El Heraldo del Bisturí.
Antes o después, a lo largo de nuestra vida, todos, o por lo menos la gran mayoría hemos ingresado en un hospital aquejados de una u otra dolencia, o por algún tipo de percance o accidente.
Dependiendo del tipo de circunstancia que ha propiciado nuestro ingreso, nuestra estancia en el Hospital empezara en dos sitios bien diferenciados, en el Servicio de admisiones donde tendrán la orden de ingreso de su médico, en algunas ocasiones, los médicos consideran que sus pacientes necesitan ir al hospital y programan su ingreso con antelación. Para ingresar ha de aportar la Tarjeta Sanitaria Individual (TSI), la hoja de preingreso hospitalario (hoja amarilla) y el DNI.
Una vez finalizado el tramite de ingreso, nos indicaran la Unidad de Hospitalización, la habitación y la cama que nos ha sido asignada.
Una vez finalizado el tramite de ingreso, nos indicaran la Unidad de Hospitalización, la habitación y la cama que nos ha sido asignada.
Otra forma de ingresar en un hospital es a través del servicio de urgencias. Nos pueden llevar a un servicio de urgencias si nos encontramos muy enfermos o bien hemos sufrido algún tipo de accidente y sobre todo si nuestro médico o nuestros familiares consideran que necesitamos atención médica inmediata.
Después de una serie de pruebas, que permitan a los médicos conocer nuestro estado de salud y la gravedad de nuestro cuadro clínico ( conjunto de signos y síntomas que se presentan en un tipo de enfermedad o padecimiento) para determinar el tratamiento a seguir.
Muchos de estos ingresos, (por suerte o por desgracia) terminan en una visita guiada al quirófano, donde nos realizaran la intervención quirúrgica que necesitamos.
El día de la operación, no nos permitirán comer nada porque no se puede operar con el estómago lleno. Pero, no os preocupéis, nuestro organismo recibirá los fluidos que necesita a través de una vía intravenosa. Una vía intravenosa es un tubito que permite introducir fármacos y fluidos en el cuerpo a través de una vena, generalmente de la mano o del brazo.
La noche antes de la entrada al quirófano, la incertidumbre, la ansiedad y el miedo nos inundarán en la medida en que cada uno seamos capaces de asimilar y controlar nuestra emociones.
Ha amanecido, la larga noche ha pasado, la hora se acerca, una auxiliar nos traerá ropa limpia y nos indicara que nos duchemos, una vez realizado este trámite solo nos queda esperar la llegada del Heraldo del Bisturí, en todos los hospitales existen estos Heraldos, pero si me lo permitís me centrare en uno en particular.
Una mano abre la puerta y una voz seria e impersonal pronuncia nuestro nombre, a la vez que el hueco de la puerta se llena de un cuerpo enorme con barriga cervecera y rostro serio que nos escudriña buscando una señal de asentimiento a su pregunta, si estábamos intranquilos, esta presencia enorme de rostro adusto termina por acojonarnos.
Pero tranquilos, todo es fachada, dentro de ese enorme corpachón, de ese rostro serio y de esa voz impersonal se esconde una persona amable, cordial, afectuosa, cálida, con un trato familiar, humano, atento, sociable y afectivo, que nos tranquilizará e infundirá confianza y animo en nuestra mermada autoestima, en definitiva y sin querer hacer de menos a nadie un profesional como la copa de un pino y esa persona es mi amigo, lo siento todos no vais a tener la suerte de tener un amigo como este, si la riqueza de una persona se midiera por sus amigos, solo con este amigo, Bill Gates a mi lado es un pobre de pedir.
Desde aquí quiero decirle a mi amigo, Gracias, Gracias por ser mi amigo, se que tenéis curiosidad por conocer su nombre, pues bien ahí va, Francisco Jumillas Molina, celador de quirófano ( para mi, Un Heraldo del Bisturí) en el Hospital San Juan de la Cruz de Úbeda.
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1 comentario
Marco Atilio -
Yo acuñé una frase hace algún tiempo que dice: "Pienso que la dicha en la vida se compone de pequeños momentos, momentos indefinidos que nos ayudan a ser felices, que enriquecen nuestra existencia y que nos hacen más llevadera la lucha diaria". Pues bien querido amigo, contigo he compartido muchos de esos momentos y por los cuales te doy las gracias porque a lo largo de todos estos años que llevamos de conocernos, en infinidad de ocasiones me has hecho feliz compartiendo conmigo aficiones comunes... el ajedrez, el tenis, la astronomía, la informática, o simplemente disfrutando de tu ilustrada conversación como corresponde a una persona cultísima, de las pocas que he conocido nunca.
Me das las gracias por ser tu amigo, yo también te las doy por serlo tú de mí, por reírte conmigo en mi felicidad y por llorar conmigo en mi amargura. Por compartir tantos y tantos momentos inolvidables, por tu sentido del humor del que he disfrutado en tantísimas ocasiones. Por tu humanidad, por tu rebeldía ante las injusticias, por tu integridad ,
¡POR TU AMISTAD!